El doloroso arte del retrato
Escoge una postura. Practícala hasta que te salga natural. Ahora quédate así durante horas. Este era el proceso del retrato hasta que se inventó la fotografía (gracias, Niépce y Daguerre) y, sinceramente, no sé cómo la gente se prestaba a ello. Más sorprendente aún, ¡repetían! Cierto es que solían ser personajes «importantes» henchidos de ego que pensaban que la humanidad entera quedaría agradecida por tener su retrato (en fin) o bien familiares y amigos del artista (muy buenos amigos, supongo). Espero que al terminar el artista les invitara a un masaje (pasa unas horas como la pintura de abajo y tienes sesión de fisio asegurada).

Óleo sobre lienzo, 100,5 x 81,4.
Fundación Calouste Gulbekian, Lisboa.
Si bien es cierto que todo retrato es testimonio de una época (dime cómo te pintaron y te diré cuándo viviste), es especialmente a partir del siglo XIX cuando se combinan el retrato personal con el de sociedad. Y el precursor, Édouard Manet, hizo un buen trabajo. Gracias a él y a sus amigos impresionistas, empeñados en retratar la vida urbana moderna, podemos hacernos una idea bastante exacta y conocer a los personajes «in» del París del Moulin Rouge. A esto por supuesto ayudó el hecho de que la mayoría de ese grupo procediera de familias acomodadas y no tuvieran demasiados problemas para dedicarse a una actividad no precisamente lucrativa (hasta que la familia les retiraba el apoyo económico, claro).

Óleo sobre lienzo, 76,2 x 118,1 cm.
The National Gallery, Londres.
Si te interesa conocer la moda y la sociedad del siglo XIX, el origen de la pintura moderna, o simplemente eres un enamorado de los retratos, pásate por «Manet: Portraying life» en la Royal Academy of Arts, en Londres (26 de enero – 14 de abril). Si quieres estudiar las posturas con más detenimiento, mejor hazte con este libro de Nathalia Brodskaya, ¡quizá saques algunas ideas para tu próximo retrato!

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