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LA VIOLENCIA EN CONTEXTO

Que la violencia es deplorable no permite mucha discusión. Aquellos que fueran capaces de disentir de tal afirmación estarían, como consecuencia de su oposición, desestimándose a sí mismos como contrincantes en una pelea, aunque solo fuera verbal en un principio, por su sola aceptación de que un posible recurso a la fuerza puede ser divertido. Si disfrutas con la violencia hay algo que no va muy bien en tu cabeza. Aunque, eso sí, la justificación de la misma es otro tema.

Artemisia Gentileschi. Judit decapitando a Holofernes, c. 1620. Óleo sobre lienzo, 199 x 162,5 cm. Galleria degli Uffizi, Florence.
Artemisia Gentileschi. Judit decapitando a Holofernes, c. 1620.
Óleo sobre lienzo, 199 x 162,5 cm. Galleria degli Uffizi, Florence.

¿Puede la violencia justificarse de algún modo? Son numerosos los casos en los que escuchamos, con mayor o menor acierto y mayor o menor seriedad, las frases «lo mataba», «lo voy a matar», «me lo cargo», «no merece vivir» y variadas alternativas. No obstante, no me estoy refiriendo yo a esto. Hablo de los casos en que la violencia sirve para resarcir un dolor causado por otro acto de violencia anterior o para impartir una lección ―al autor o sus posibles imitadores―. Explícale tú a los padres de los chicos que murieron en esa isla de Noruega que el tipo que los mató a sangre fría no merece un final catártico, que es mejor que pase sus días en un centro psicológico en el que será tratado como cualquier otro ser humano, por el que, por otra parte, él mismo sentiría el mayor desprecio.

Artemisia Gentileschi. Judit decapitando a Holofernes, 1612-1613. Óleo sobre lienzo, 158,8 x 125,5 cm. Museo Capodimonte,Nápoles.
Artemisia Gentileschi. Judit decapitando a Holofernes, 1612-1613.
Óleo sobre lienzo, 158,8 x 125,5 cm. Museo Capodimonte, Nápoles.

No quiero yo con esto afirmar que esté de acuerdo con asesinar a los asesinos, ni mucho menos, ni que comulgue con la idea de que la pena de muerte es útil como elemento disuasorio. Simplemente me pregunto: si la violencia ha formado parte de la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales, ya tomenos el relato bíblico, ya el mitológico, ya el secular como referente histórico, ¿acaso no podemos convivir con la noción de que existen casos en los que la purgación de ciertos actos solo puede conseguirse a través de la eliminación del sujeto infectado? ¿Existe acaso la manera de determinar que afecciones son incurables y por tanto susceptibles de merecer la exterminación?

Al contrario que hoy en día, en que los videojuegos, las películas, la televisón y los medios de propaganda en general nos muestran una violencia gratuita, inconexa y descastada, el mundo del arte ha hecho uso de actos de fuerza, con contexto, para producir algunas obras maestras que incluso en nuestros días son apreciadas por su valor tanto pictórico como educativo. El cuadro del que nos servimos para ilustrar esta entrada tiene además el valor catártico de servir a su autora como medio para expresar su furia contra uno de sus mentores que la violó y por el que tuvo que sufrir torturas durante el juicio para probar la veracidad de su acusación. En este caso particular la agraviada prefirió llevarlo a cabo solo en un cuadro y no en la realidad. Pero ¿cómo hemos pasado de ver a la violencia que sabemos inherente, o al menos recurrente, como consecuencia de unos actos que la conviertan de alguna manera en aceptable al rechazo frontal, de pacifista recalcitrante, que se niega a ver en la muerte inducida el resultado de un acto de maldad? ¿El contexto lo puede justificar?

En el Art Institute of Chicago aprovechan que el primero de los cuadros que os mostramos aquí deja su hogar habitual, la Galleria degli Uffizi, para viajar por primera vez a la ciudad que da nombre al museo, y proponernos un debate (artístico, por supuesto) sobre si existe virtud en la violencia: Violence and Virtue: Artemisia Gentileschi’s “Judith Slaying Holofernes. Nosotros por nuestra parte os planteamos que visitéis nuestro volumen sobre Caravaggio en el que podréis encontrar numerosos actos de violencia, además de otra representación del momento que sirve de inspiración a los cuadros aquí mostrados y que sirve también de inspiración a la artista elegida por el Museo para dar inicio a nuestro debate.

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