
La acuarela y el clima
Si el buen fresco es cosa de los italianos, se podría arguir que los maestros de la acuarela son los británicos. Fueron muchos – especialmente durante el siglo XIX, cuando la técnica se convirtió en una suerte de estilo nacional– los que se aprovecharon de sus múltiples ventajas. El rápido secado de la acuarela y la facilidad para el transporte del papel permitían a los artistas salir del estudio y pintar sus motivos al aire libre. Otra de las grandes ventajas de la acuarela es su versatilidad: con ella se pueden hacer rápidos esbozados así como obras terminadas, y se puede ir desde las impresiones atmosféricas hasta el detalle.

Pero esta técnica es tan agradecida como difícil. Se requiere una gran destreza no sólo para aplicar de forma correcta las veladuras sino para no equivocarse. A diferencia de casi todas las demás formas de pintura, un error con la acuarela es irreversible. Es seguramente por esta dificultad intrínseca que nos admiramos tanto ante una buena acuarela.

Uno se pregunta si es casual que una técnica pictórica tan acuosa tuviera tan buena acogida en un lugar tan húmedo como las islas británicas. ¿Podría un pintor de secano pintar paisajes londinenses o venecianos con la misma facilidad de Turner?
Si quieres intentar averiguar por ti mismo qué tienen los británicos con la acuarela, puedes pasarte por la exposición Water Into Art: British Watercolours from the V&A, 1750-1950 en la Art Gallery of Alberta (Edmonton) que estará abierta hasta el 24 de noviembre. Si Edmonton te pilla muy lejos o tienes el tiempo justo, también puedes hacerte con una copia de The Life and Masterworks of J.M.W. Turner y deleitarse con la obra de un maestro entre maestros.


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