
Rembrandt Van Rijn
Exposición: Rembrandt | El descubrimiento británico del maestro
Fecha: 7 de julio – 14 de octubre de 2018
Museo: Scottish National Gallery, Edimburgo, UK
La posteridad se encargaría de vengar a Rembrandt del olvido en que había caído. Nos equivocaríamos al protestar por la indiferencia con que fue tratado. El arte de Rembrandt era demasiado original, muy en contra de los prejuicios, como para que sus contemporáneos pudieran apreciarlo, y su carácter huraño e íntegro no ayudaba a su reputación. Algunas singularidades de su manera de ser causaban escándalo. Excesivo en todas las cosas, su temperamento revela incoherencias y contradicciones. Fue un soñador, incapaz de administrar sus bienes e incluso de llevar las riendas de su vida. Pero en todo caso, entregaba a la práctica de su arte una persistencia, una tenacidad que incluso es rara entre los artistas más disciplinados, y una intuición metódica que lo llevaba a encontrar por sí mismo sus métodos de estudio. Sencillo en sus costumbres y de una frugalidad extrema, era generoso y despilfarraba sin miramientos cuando se trataba de satisfacer sus caprichos. Bueno y social, siempre listo a ofrecer ayuda, vivió sin embargo en el aislamiento, solitario y arisco.

Dotado de una imaginación sin límites, nunca pudo pasar por alto el estudio minucioso de la realidad. Siempre atraído por las novedades, encontró temas de una poesía imprevista en medio de las realidades más humildes y las convenciones más trilladas. Con un sentido exquisito para la belleza, nunca nos ahorro ninguna fealdad. En una misma obra mezclaba las aspiraciones más altas y las vulgaridades más triviales; al lado de refinamientos de una delicadeza extremadamente sutil, desparramaba una total falta de gusto. Ésta es la razón por la cual, como podía esperarse con un temperamento tan complejo, su existencia presenta, como su propia pintura, una mezcla singular de luz y sombras. Rembrandt conoció todas las vicisitudes del destino, Todas las dichas y todas las penas.

Después de que conquistó con su talento el primer lugar entre la elite de su país, no dudo en comprometer su reputación con esa audaz tentativa de La ronda nocturna, desafío lanzado a la opinión que fue atacado en su tiempo por quienes se sintieron heridos en su amor propio. Careciendo de la admiración de las masas, habría podido, respaldado por su dominio técnico, asegurarse el patrocinio de la alta sociedad. Entre la timidez de esa juventud ardiente pero contenida, y esos impulsos fogosos que parecían acrecentarse con la edad, hay toda una vida de trabajo. Si repasamos las diversas fases, las transformaciones del genio de Rembrandt aparecen en conjunto regulares y naturales.

Cada uno de nosotros constituye un mundo que hay que esforzarse por comprender hasta impregnarnos del él. El esfuerzo que otros emplean en explayarse, en distraerse, en evitarse, él lo dedico a observarse a sí mismo y a conocerse. Cada uno de sus estudios le resultó provechoso, pues así aprendió a distinguir entre las apariencias fugaces y los rasgos que persisten, aquellos que en una fisionomía marcan mejor el carácter de una persona, la profundidad de una emoción, el relámpago furtivo de un sentimiento. No hay otro artista que haya producido tantos cuadros y dibujos como Rembrandt.
Amante de su hogar vivió recluido sin dejarse distraer de su constante y ardua labor. En ningún momento buscó una distracción, su única preocupación era defenderse de los inoportunos para ser poseedor de todo su tiempo. Su placer más grande después de una jornada consagrada a la pintura era dedicarse, en la noche, al dibujo o al grabado. Cualquier cosa era un tema para un estudio, y la sombra de sus dibujos, así como su diversidad, nos dan a la vez la idea más elevada de la riqueza de su imaginación y del buen empleo que le dio a su vida.

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