
El sexo es de primavera
Desde que tengo uso de razón estos dos conceptos han estado asociados en mi cabeza por medio de la cultura popular: la primavera la sangre altera. ¿Quién no ha oído esa frase alguna vez? La referencia es clara, tras un invierno frío y a menudo de reclusión sucede una primavera en que los primeros rayos del sol invitan a la búsqueda de la fruición. En Japón deben haber tenido algún tipo similar de relación entre estos dos conceptos, puesto que al arte de contenido erótico lo denimaron shunga: imágenes de la primavera.

Xilografía, 19 x 27 cm.The British Museum, Londres.
Esta que os pongo aquí, puede sin duda ser una de las más conocidas y llamativas de todas las que se conocen, no obstante, representa a la perfección la libertad moral ―aunque solo fuera de los editores, ya que por otro lado los censores estaban trabajando a dos manos para evitar su circulación― de los siglos XVI a XIX en el país asiático.
La primera impresión que estos grabados eróticos, aunque también todo el estilo ukiyo-e en general, causaron en Europa ―cuando los estadounidenses obligaron a Japón a abrir sus fronteras al comercio― fueron de estupor, admiración e incompresión al mismo tiempo. En primer lugar, el arte en el mundo occidental siempre ha estado más inclinado a mostrar el cuerpo desnudo para incitar a la excitación, por lo que esta representación explícita del acto sexual fue recibida con sorpresa. En segundo lugar, numerosos artistas de la época quedaron estupefactos ante la belleza de las líneas y la temática, tanto que los impresionistas imitaron y hasta copiaron grabados de los grandes maestros. Y por último, la diferencia con lo conocido hasta entonces hizo que se malinterpretaran estas escenas, aunque no siempre en un sentido negativo. Por ejemplo, sobre la estampa aquí arriba, J.K. Huysman comentó que la mujer parecía estar muerta y que la escena destilaba terror, aunque si hubiera comprendido el texto que acompaña a la imagen se hubiera dado cuenta de que el estado de la mujer corresponde más al éxtasis absoluto y que el tratamiento del asunto roza la obscenidad.

Lo extraordinario de estos grabados es la naturalidad con que estas escenas íntimas son representadas, además de mostrar a gente perteneciente a todas las clases sociales practicándolo. Aunque en algunos casos se podría decir que la mujer es «objetizada», la gran mayoría muestra el placer de la pareja y no faltan las imágenes en las que se presenta al hombre en actitudes nada heterodoxas, prueba de la intención por evidenciar que la vida real nada tiene que ver con la moral oficial.
Ahora y tras un período de absoluta prohibición en Japón, el mundo parece volver a estar redescubriéndolas una vez que el boom realista y voyeurista de la fotografía las ha devuelto a su lugar. Los valores morales han cambiado, aunque muchas cosas relacionadas con el sexo sigan siendo tabú, y ahora no nos escandalizamos tanto con estas representaciones explícitas que no dejan de estar realizadas con un estándar de calidad artística muy elevado: los enardecedores rayos de la primavera vuelven a sugerirnos el sexo como acto natural y placentero. Y otra cosa se me ocurre, pero dejaremos ya para otro blog la relación posible ―y probable― entre el arte shunga y el bunga bunga.
El British Museum le dedica la exposición Shunga: sex and pleasure in Japanese art que puedes disfrutar hasta el 5 de enero. En ella buscan explorar este fenómeno único en la cultura premoderna y hallar respuestas a su existencia y profusión. Nosotros, por nuestra parte, te ofrecemos las colecciónes de Utamaro, Hiroshige y Hokusai para que puedas descubrir sus colecciones en profundidad.


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